lunes, 8 de octubre de 2012

Serial killer


Intento despertarme desde muy temprano (los clásicos nunca mueren...), todavía lo intento... la cercanía de mi cama es tan tentadora... convengamos que el día gris poco colabora.
En ese ir y venir entre las obligaciones y los deseos voy a buscar la bici para irme a la facultad, cuando llego a la puerta de « atrás » el tío Ruli se está llevando una bici para darle a alguien, que en unos días la devuelve... entonces quedan Bergamasco (posta es una marca de bicicletas), que no tiene frenos y mi bici... otra... la miro y ¿eh? No tiene ruedas. Me apuro a decirle a Ruli que no se lleve ésa, que una no tiene frenos y le muestro la otra y pregunto qué pasó con las ruedas de mi bici. Nadie sabe. Enojo total, seguro que son esos que viven en el fondo, me hago toda la película.
Más tarde estoy charlando con una amiga en la puerta de mi casa y llega Oscar con una copa en la mano. Dice dos palabras y cae redondo en el cordón de la vereda. Tiene un pedo que no ve. Se levanta y se vuelve a caer un par de veces más, intento retarlo pero es al pedo, me limito a ayudarlo a levantarse cada vez.
Y me acuerdo de lo de la bici, otra vez la bronca. Oscar no sabe nada, pero me acompaña a la otra puerta a ver qué pasó. « Yo voy a ver si los del fondo saben algo »... medio que me meto en su casa, no me quieren atender pero sé que están ahí, insisto. Sale un señor y me dice que él no escuchó nada, que no sabe nada, entonces cuando se mete en un cuarto me escabullo hasta un patio y ahí veo montones de llantas, ¡¡están las mías!! hay un taller muy pequeño en ese patio, alguien trabaja. Me siento como en una película de asesinos seriales pero de bicicletas. Entonces sale un grodito con aspecto perturbado y tenemos una discusión, forcejeamos y cae al piso, yo como que me arrodillo encima y no dejo que se mueva, entonces con un fibrón empiezo a dibujarle cosas en el brazo mientras lo insulto y le digo barbaridades... ¡¡no se rían es una escena muy violenta!!
Ahí estoy yo, la heroína de las bicicletas escribiendo cosas en el brazo del malévolo ladrón de llantas cuando el tipito se empieza a poner azul... oups, pero si no estoy apretando nada, a parte ¡al lado de él tampoco peso tanto como para asfixiarlo! ¡No! se sigue poniendo azul... lo único que me falta es ir presa por matar a un asesino serial de bicicletas. Entonces me voy, claro, o se piensan que me voy a quedar a hacerle respiración boca a boca. La madre estaba en la puerta y le digo « se está poniendo azul, a lo mejor querés llamar una ambulancia » y me retiro sin hacer mucho escándalo. Sin esperar el final. Para hacerme cargo de las cosas tengo la vida real...

En algún momento viene la madre a decirme qué pasó con su retoño delincuente pero no la dejo terminar de hablar « lo que sea, señora, su hijo tenía algún problema de antes, yo no tengo la culpa de nada. »

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